Exposición: Diciembre_2017//Enero_2018
Museo del Grabado de Artes, Ribeira, A Coruña, Galicia.
Fundación del Museo de Artes del Grabado a la Estampa Digital.
Museo del Grabado de Artes, Ribeira, A Coruña, Galicia.
Fundación del Museo de Artes del Grabado a la Estampa Digital.
TEXTO DE LA PRESENTACIÓN DE LA EXPOSICIÓN SOBRE CASTELAO EN RIBEIRA
FLORENCIO MAÍLLO. Castelao y los Cruceiros. Autobiografía y experiencia vital.
Antonio Cea
presentando la exposición de Florencio Maíllo. “Castelao y los Cruceiros.
Autobiografía y experiencia vital”.
En esta
Exposición de homenaje a la figura de Castelao, que es además una muestra magistral
del talento y el arte del pintor y amigo, Florencio Maíllo, confluyen tres
aspectos fundamentales:
- En primer
lugar, se valora la dedicación y la pasión científica de Castelao por un tema
patrimonial gallego, a mi entender extremadamente importante, el de las cruces de
piedra, de cuyo estudio fue pionero. Se subraya así la importancia cultural y
patrimonial de esta fórmula de arquitectura escultórica socio-religiosa y de
creencias cristalizadas en ancestrales iconos que viven (y sobreviven) a cielo
abierto, de la que Galicia es principal productora, maestra y heredera fiel.
- En segundo
lugar, refleja Maíllo en esta intensa pintura, presentada hoy en Ribeira,
vivencias de su infancia y de su lugar de nacimiento, Mogarraz, en pleno
corazón de la salmantina Sierra de Francia, convirtiendo, además, esta
exposición en una experiencia autobiográfica de su infancia, tanto en los
sabrosos textos que incluye en el catálogo como por los elementos
arquitectónicos y paisajísticos que pinta de su Mogarraz natal, conjugados
sabiamente con los gallegos.
- Pero creo,
sobre todo, que esta Exposición supone, de facto, un estrecho hermanamiento
entre Galicia y Salamanca, en general, y entre la Sierra de Francia y la ría de
Arousa en particular. En los muchos años que llevo estudiando la documentación
de estas dos comarcas, creo poder afirmar que Salamanca no podría entenderse
sin la presencia en ella de gallegos, desde la repoblación de Miranda del
Castañar en el año 1213 por Alfonso IX de León hasta hoy. La provincia de Salamanca
está llena de topónimos gallegos: Aldeagallega, Galleguillos de Gajates,
Gallegos de Orcajo, Gallegos de Solmirón, Gallegos de la Valdobla, Gallegos de
Valverde, Galleguillos de Vecinos, Navagallega y San Felices de los Gallegos. Los
Gallegos en Salamanca y especialmente en la comarca de la Sierra de Francia,
fueron primero repobladores y después vecinos y moradores. Imprescindibles maestros
del trabajo, en las labores cotidianas y en las grandes obras de carpintería y
cantería que todos podemos admirar hoy. Una gran parte del urbanismo serrano y
de sus monumentos, templos, ermitas, obras civiles y la modulación de la
arquitectura en función de la agricultura en el paisaje es obra de gallegos,
especialmente de los obispados de Santiago, Orense y Tuy. Doy como muestra tres
ejemplos:
- Año 1696:
Alonso del campo, maestro del Arte de la cantería y natural de San Juan de
Cededo. Trabaja como maestro principal en la obra de la parroquial de
Garcibuey.
- Año 1710:
Francisco Rodríguez, maestro albañil, natural de Corbaceira, Domingo Barela,
maestro de obras, y Domingo Macedo, maestro de carpintería. Trabajan en la obra
de la iglesia parroquial de Tamames,
- Año 1764: Juan
Álbarez Buente, maestro de obras. Trabaja en la obra de la iglesia de
Villanueva del Conde.
Antonio Cea
presentando la exposición de Florencio Maíllo. “Castelao y los Cruceiros.
Autobiografía y experiencia vital”.
En esta obra Castelao
es para Maíllo el cuadro dentro del cuadro,
el centro y pirámide óptica de una composición
prismática que se abre en cada
pintura aquí expuesta; un demiurgo
creador que gobierna el orden y el
bosque de imágenes y de símbolos; el ojo que todo lo ve; el hombre crítico; el intelectual
inquieto, anticipado a su tiempo; el mudo interlocutor; el voluntario
prisionero de los cruceiros; el sacramento en su sagrario y el arqueólogo
salvador del patrimonio; el yo y el su super yo de cada composición de esta
muestra que se inaugura hoy.
Maíllo ha estructurado
esta exposición en 11 series de pintura, cada una de ellas con un título y un
tema. En algún caso, figura su pintura como un cuadro aislado y la mayoría de
las veces agrupada en composiciones formando dípticos, trípticos y polípticos
de cuatro de seis o de ocho pinturas,
como pequeños retablos en los que desarrolla los siguientes temas: los cruceiros con el tema de la Piedad o Llanto
sobre Cristo muerto, bien como dibujos esquemáticos de Castelao en los que la
figura de Cristo se muestra despegada de
la de la madre Dolorosa en las múltiples variantes gallegas que aparecen, en su
máxima abstracción dibujada, convertido su cuerpo en cruz como innumerables
insectos “a lo divino”. Otros dibujos de la Pietá son como vidrieras de una
esplendorosa catedral. Está también aquí presente el tema de las cruces como
marcas de los canteros y de las cuadrillas que trabajaron en construcciones
medievales, en sus múltiples variantes con cuyas señales demostraban el salario
que debían cobrar por obra hecha: cruces latinas y cruces griegas, cruces de
doble brazo y otras que se parecen más a las figuras antropomorfas del
neolítico. Nos muestra también Maíllo la experiencia y encuentro de Castelao con
Paul Gauguin en la Bretaña francesa, obsesionados en ese tiempo ambos
personajes con el tema de las cruces. Se agrupan en esta serie cuatro pinturas de
Gauguin: Cristo Amarillo, Cristo Verde, Autorretrato y Retrato de Vincent van
Gogh como Cristo en la Oración del Huerto, que Maíllo reinterpreta con detalles
o elementos de cruceros y paisajes gallegos de calvarios. Está también muy
presente aquí el tema de la culpa y de
la redención, con ejemplos del famoso cruceiro de Hío, entre otros, con los
temas de Adán y Eva, el árbol de la vida y la tentación de la manzana, en
varios ejemplos de cruceiros que denominaríamos del Maestro de Adán y Eva,
si no fuera por las distintas calidades
que ofrecen el de Pontevedra de las Cuatro Calles, el de Carril o el de Caldas,
entre otros, que nos hablan no de un solo maestro sino de distintos maestros canteros, distintas calidades
y diversas épocas. También nos muestra Maíllo la variante iconográfica de los
Crucifijos franciscanos como el de Herbón, con cruces de gajos, donde el
crucifijo aparece abrazado a San Francisco o con el ángel que recoge en un
cáliz la sangre que sale de la llaga del costado, según el romance popular que
dice: “La sangre que se derrama cae en un cáliz sagrado, el hombre que la
bebiera será bienaventurado, en la tierra será rey y en el cielo coronado”.
En el espaldar
de la cruz figura Nuestra Señora como Tota Pulchra o Inmaculada, coronada por ángeles
sentados en el travesaño, que es la titular e iconografía matriz de la Orden
franciscana, en la basílica de la Porciúncula de Asís. O la pintura en que Maíllo
representa a Castelao, contemplando y cruzando paisajes y cruceiros de la salmantina
Sierra de Francia – en concreto de Mogarraz- con otros temas gallegos.
En el catálogo
de esta exposición que se presenta hoy ofrecemos en primicia la documentación (es
rarísimo encontrar este tipo de documento) de la obra de dos cruceiros donde constan
los nombres de sus autores (ambos canteros gallegos) y el precio que cobraron
por su hechura. El primero de ellos y por encargo de la cofradía de la
Veracruz, se labró en el año 1655 por el maestro cantero Juan Carballo para el
atrio del Humilladero del Cristo en el lugar de Casas del Conde (Salamanca) que
cobró por tallarlo “20.000 maravedíes”. El segundo cruceiro fue realizado en el
año 1742 por los maestros canteros Gregorio y Mateo de Portas para la
parroquial de San Miguel de Valga, recibiendo en pago 200 reales de vellón. En
este caso consta, además, el nombre del donante: Antonio Chenlo, del lugar dos
Martores, la finalidad expresa del crucero y la causa de su hechura:” Hacer un
crucero para la iglesia para pasar las procesiones junto a él, pues el antiguo
estaba partido con las intemperies””. Ofrecemos también en este catálogo una
tercera e insólita rareza, también en primicia: La constatación de la costumbre
serrana salmantina de erigir por devoción cruceiros de madera, en este caso en
manda testamentaria; una fórmula povera y sin duda más asequible (también más
perecedera) que las cruces de pedra; ejemplo de especial interés en el ámbito
de la religiosidad popular y la antropología. Se trata de la albercana María
Cordero quien, en testamento con fecha 21 de diciembre de 1582, dispone “que se
aga, a mi costa, una cruz de madera de castaño en el campo de la ermita de San
Pedro y se ponga en el dicho campo, porque es mi debución dello, e se pague la costa
dello”.
Con esta exposición
procura Maíllo concienciar, a quienes la visiten, de la importancia patrimonial
y la inigualable riqueza de los cruceiros gallegos, -por tan próximos y cotidianos,
tantas veces olvidados, tantas veces maltratados y maltrechos-, a cuya puesta
en valor y necesidad de conservación se adelantó Castelao en casi un siglo. Los
cruceiros de cada corredoira, de cada encrucijada, de cada aldea son vuestros
más cercanos monumentos, son vuestros obeliscos.
Los cruceiros
son como un árbol/retablo cargado de frutos santos no sólo en sus ramas, también
en su tronco y en sus raíces:
En sus ramas
figura el crucifijo por el lado principal y por la espalda de la cruz, la
figura de la Virgen, cuya advocación varía según las modas devocionales:
Nuestra Señora en posición orante o con el Niño en los brazos, con presencia
sobre todo en el siglo XVI. La imagen de la Piedad o el Llanto sobre Cristo
muerto (quizá la advocación más atractiva, como lo fue para Castelao), que es
en Galicia la de mayor presencia y duración, entre los siglos XVI y XVIII. Está
también Nuestra Señora del Socorro, Virgen airada y armada con un palo para
defender a un niño de las garras del demonio (advocación menos universal pero
abundante en Galicia, como podemos ver en varios cruceiros de Combarro (siglos
XVII y XVIII). Por último, se populariza la advocación de los Dolores de la
Virgen, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y durante todo el XIX,
advocación de tanto arraigo en Galicia. En esta época los cruceiros cobran
mayor altura y monumentalidad. ¡Qué familia hay en Galicia que no tenga una o
varias Dolores o Lolas!
En el tronco o
fuste de los cruceiros van dispuestas las advocaciones complementarias: los santos
patronales y las advocaciones más arraigadas en Galicia: San Roque, Santiago,
San Miguel. Todas estas imágenes comparten frecuentemente espacio, o lo
completan, con símbolos de la Pasión conocidos como las Arma Christi, y popularmente como los
improperios, las señales, los estigmas: La corona, los clavos , el martillo y las
tenazas de Nicodemo, el cáliz de la Pasión, la mano de las bofetadas, la columna
de los azotes y sobre ella el gallo de las tentaciones de san Pedro y la espada y la oreja en ella que este apóstol cortó a
Malco; la soga del prendimiento, la
túnica inconsútil de Cristo y los dados con la echaron a suerte los soldados, la
lanza y la esponja y la toalla con
que se lavó Pilatos las manos, el sol y
la luna, oscurecidos a la muerte de
Cristo, entre otras suertes de las que Santa Teresa cuenta más de cien.
Finalmente, los
peldaños o escalones o gradas de los cruceiros, donde a veces se presentan la
cabeza y las tibias de Adán y en casos excepcionales, como en el cruceiro de
Padrón de Fondo da Vila, una o varias lagartijas bebiendo la sangre derramada
de Cristo que arroya desde su cuerpo empapando la tierra; por eso este animal
es tradicionalmente considerado intocable y sagrado.
Pero, además de las imágenes, en los cruceiros
aparecen a veces diversas inscripciones: anagramas de Jesús y de María,
invocaciones sagradas, mandas y textos conmemorativos de la memoria nominis,
fechas de construcción y oraciones e indulgencias para quien las recite.
Los cruceiros,
además de imágenes sagradas de los dioses viales, fueron ancestrales señales e indicadores
de camino de carreteros, de arrieros con sus reatas de mulos, buhoneros,
peregrinos o de simples viajeros. También, lugares de encuentro de ánimas,
espacios de fertilidad, pétreos conjuradores contra el mal, lugar de posa en
las procesiones y también, lugar de conversación y mentidero de los vecinos en
las gradas. Muchas veces me comentó, el finado, Don Francisco Castaño García,
que el cruceiro del lugar de las Rañas en Santa Baya do Este (Catoira) servía
también como espacio de divulgación de noticias y que, muchas veces, de niño
acostumbraba a sentarse en los peldaños del cruceiro para escuchar lo que traía
el periódico que leía en alta voz cada tarde un tal José da Fulantina, y de la
prohibición, por parte de su padre, de atender a novedades extrañas para su
hijo de lo que sucedía fuera de su
entorno natural como algo perjudicial y nocivo para su educación.
Quiero creer
que el tema – y la experiencia vital- de
los cruceros no supuso para Castelao una interna contradicción, sino, más bien,
una especie de armonía entre su pensamiento y sus sentimientos, entre lo
científico y el mundo de las creencias, entre el homo religiosus, como herencia
ancestral, que todos llevamos dentro, y el hombre racional.
Como muestra de
las fichas del catálogo para esta exposición leo la correspondiente a la
pintura titulada “Yacentes voladores”, quizá la pieza que sintetiza mejor el
interés de esta exposición que dice:
“Castelao, desde la ventana del alma en que
obsesivamente es presentado por Maíllo, da suelta a un caudal de yacentes
voladores de cruceiro desgajados del colo de la Virgen en todas las posibles
variantes dibujadas que el arte formuló en Galicia sobre el tema de la Pietá.
Sagrados petroglifos, ideogramas divinos, armazones desnudos de crucificados
(sin cuerpo y sin madre), tuétanos de Cristo en hechura de cruces, pasos de
danza de descabezadas figuras con paño de pudor, cometas pasionarios al aire
del dolor y la hermosura”.
Termino estas
palabras de presentación con una canción sobre el llanto de la Virgen, obra del
siglo XVIII, atribuida al autor Lucas del Olmo, que se conserva y canta en
Miranda del Castañar (Salamanca) la tarde del viernes santo durante la
procesión del Entierro, cuando María despide a su hijo difunto con esas
trágicas y hermosa palabra que dicen:
Oye, alma, la
tristeza y la amarga despedida
que la madre de
pureza hizo de Jesús, su vida,
postrada ante
su grandeza.
Contempla, quam
dolorida, esta madre soberana
llorando se
despedía del hijo de sus entrañas
y de esta
suerte decía:
-Adiós, Jesús
amoroso, adiós, claro sol del alba,
adiós, celestial
esposo, de mi virginidad palma,
de mi vientre
fruto hermoso! -
¡Adiós, lucero
inmortal, adiós, lumbre de mis ojos,
que me dejas,
cual rosal, entre espinas y entre abrojos,
en una pena mortal!
-.
Ribeira,1 de
diciembre de 2017.
Tras la presentación de Antonio Cea.
Exposición de Florencio Maíllo. “Castelao y los Cruceiros.
Autobiografía y experiencia vital”.