lunes, 10 de noviembre de 2014

SUCEDIÓ EN VERANO. A TEÓFILO GALENDE FINCIAS, IN MEMORIAM.

SUCEDIÓ EN VERANO.

A TEÓFILO GALENDE FINCIAS,

IN MEMORIAM. 


 
 
Florencio Maíllo, julio, 2014.




Se cumple un año desde que recibí el galardón de Serrano del Año, y con ese motivo deseo reiterar mi infinito agradecimiento por tan generoso e inmerecido reconocimiento, y aprovecho, así mismo, la ocasión para mirar hacia atrás y descubrir el origen de la pasión que siento por la Sierra de Francia. Creo que, en todos nosotros, existe un momento, un hecho o acción, una determinada experiencia o aprendizaje que nos marca para siempre en nuestra forma de ser en la vida. Intentaré transmitirles una de esas vivencias personales que marcó mi percepción de nuestra Comarca.
 
 
 El periódico de la Sierra, agosto de 2014.



Jamás olvidaré el verano de 1977, una mañana de agosto de ese año Teófilo Galende Fincias (Tábara, Zamora, 1930 – Salamanca, 2003), artista de la congregación de los agustinos y restaurador con estudio en la Torre de la Botica del Real Monasterio del Escorial, recaló en Mogarraz para pintar en sus cuadros las calles de nuestra localidad. Teófilo encontró hospedaje y su casa junto a nuestra familia, y, como uno más, cada agosto regresaba a su cita estival.



Teófilo Galende Fincias



Desde comienzos de los años setenta mi madre, Francisca Cascón Herrera (1925-2014, Mogarraz), había puesto en marcha, precariamente, una incipiente hospedería que poco después se convertiría en el Restaurante Mirasierra. Todos los veranos, además de Teófilo, se quedaban en nuestra casa varios artistas que periódicamente, aprovechando el magnífico tiempo veraniego de la Sierra de Francia, inmortalizaban en sus cuadros nuestras pintorescas calles y personajes.

En 1977 pinté mi primer cuadro del natural, La Fuente de Arriba; el lienzo y las pinturas me las dejó Teófilo y lo realicé junto a él. Sin duda, fue el mejor Maestro que cualquiera desearía para uno mismo, su conocimiento sobre las técnicas pictóricas era inagotable, y su actitud siempre positiva e impregnada de una infinita bondad.
 
 
Uno de los últimos cuadros de Teófilo.
 

En ese verano y los sucesivos recorrí junto a mi Maestro toda la Sierra de Francia, para pintarla. Teófilo tenía un Renault 4L, blanco. Su vehículo era un auténtico taller de pintura ambulante repleto de lienzos de diferentes tamaños, dos caballetes y sillas plegables, cajas de pinturas, bolsas de trapos, frascos de esencia de trementina y aceite de linaza, pinceles de todos los tamaños, y fruta, con él jamás faltaba la fruta, para pintarla en bodegones, o para pintarla y comerla, o simplemente para degustar sus sabores.

A Teófilo le cautivaba Mogarraz, pintábamos una y otra vez La Fuente Arriba, El Banco, La casa de Mané, El Barrio Hondo..., y siempre era diferente. Cada mañana, con el amanecer, fijábamos en nuestros cuadros la primera luz del día. Con la luz mágica de la mañana los colores brotaban de las fachadas, resucitando, como si de la primera vez se tratara. La vibrante emoción del primer descubrimiento siempre estaba presente junto a él.


Mogarraz en la marca España.
 

Pero de lo mucho que me enseñó Teófilo, fue “su mirada” sobre el lugar, lo que transformó definitivamente mi percepción de la Sierra de Francia. Junto a él la recorrí conociéndola y disfrutándola, apreciando en cada rincón su luz, las particularidades de sus colores, las auténticas texturas naturales de cada lugar, y ello, en todas y cada una de las localidades con sus calles y gentes, deteniéndonos en sus entornos para analizar y captar la gran diversidad de sus paisajes. En multitud de ocasiones nos deteníamos en sus interiores y elementos etnográficos, pintando entre otros el desván de Teresa una y otra vez, casi compulsivamente, naturalezas muertas con enseres que apuntaban a otras épocas, como si la fugacidad del tiempo nos estuviese pisando los talones.

Él, mi Maestro, Teófilo, me hizo comprender que el verdadero tesoro de Mogarraz residía, no en sus atractivas particularidades, que las tenía, sino en el valor cultural de la Comarca en su conjunto, de todos sus pueblos y paisajes, de la rica herencia del patrimonio cultural conservado casi milagrosamente. Y sucede que, como él muchas veces decía, la riqueza en la diversidad hace más inagotables los muchos atractivos para disfrutar una y otra vez, siempre, la Sierra de Francia. Conservémosla.
 

Fotografías de Andrés Barés, de la Sierra de Francia.
 
 
Peña de Francia.

Peña de Francia.
 
 
Panorámica de Mogarraz desde Monforte de la Sierra
 
Mogarraz.

 

 

 

domingo, 9 de noviembre de 2014

FACHADA CON ESGRAFIADOS DE LA ANTIGUA PANADERÍA DE MOGARRAZ.


 
 
 
REHABILITACIÓN DE LA FACHADA DE LA ANTIGUA PANADERÍA, 
CON LA INCORPORACIÓN DE UNA DECORACIÓN MEDIANTE
ESGRAFIADOS.
 
 
 
 
Calle de Miguel Ángel Maíllo, Mogarraz, Salamanca.
 
Realizado en octubre y noviembre de 2014, por el Maestro de obras Agustín García Iglesias “Tini”.
 
Fachada decorada con esgrafiados con motivos alegóricos a la panadería,
antigua función de la edificación.
 
 
 
 
 
Boceto del diseño efectuado.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Plantillas con el modelo esquemático del trigo y el pan.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Estado primitivo de la fachada.
 
 
 
Trabajos preliminares de enfoscado “a ojo”.
 
 
 
Localización del inmueble, cercano a la fuente de Cabo la Aldea.
 
 
Trazado sobre el revoco de las líneas horizontales y verticales,
destinadas a albergar el diseño de los motivos.
 
 
 
Ejecución del esgrafiado con el motivo de los panes en positivo y negativo.
 
 
 
 
Diferentes momentos del proceso de encuadre de los cuadrados y rectángulos dentro de la estructura diseñada.
 
Repetición del motivo variando su presencia –en positivo o negativo-
a lo largo de todo el paramento, dejando vanos para evitar densificar
en exceso la fachada.
 
 








 
 
 
 
Motivo con espigas, a manera de zócalo,
ocupando una banda de la fachada en toda su longitud.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Parte trasera de la vivienda.
 
 
 
 
Fachada principal de la vivienda.
 
 
 
 
 

lunes, 22 de septiembre de 2014

EL ESGRAFIADO. MODELO ORNAMENTAL EN LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE LA COMARCA DE LA SIERRA DE FRANCIA.


 
EL ESGRAFIADO.
 
MODELO ORNAMENTAL EN LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE LA COMARCA DE LA SIERRA DE FRANCIA.

 




 
 
Imagen: 01-Monforte de la Sierra
Fachada decorada con un motivo de relleno y cenefa circundante en esgrafiado, la más atractiva de cuantas subsisten en la comarca, se encuentra en perfecto estado de conservación. Vivienda de Lucas Maíllo Hernández en la calle Solano de Monforte de la Sierra.




“Encontrarse con el pasado, con la tradición, es hoy moda pero también una actitud existencial.
Existencial porque habla de nosotros mismos y, en nuestros antepasados inmediatos,
de quiénes fuimos. Las manifestaciones materiales e inmateriales de la tradición,
pese a muchos esfuerzos dedicados, está en franco peligro o, más comúnmente,
ha desaparecido ya.”[1]

 

 

 
 
La fisonomía de la casa tradicional de la Sierra de Francia ha sufrido, en el último medio siglo, una gran metamorfosis, debido fundamentalmente a las transformaciones producidas como consecuencia de las nuevas pautas de vida derivadas de sus distintos usos, y de la pérdida de identidad cultural heredada, que no ha sido protegida ni conservada por buena parte de las recientes generaciones.
 
Los factores que han conducido a esta situación son múltiples y complejos, y todos ellos combinados, especialmente nocivos para el mantenimiento identitario de la vivienda vernácula de la comarca. A la incorporación de materiales de construcción foráneos (cemento, uralita, piedras artificiales, aluminio, etc.) hay que añadir una serie de aspectos formales, simuladores, que han ido falsificando los modelos originales. Prácticas constructivas que han sido fortalecidas desde la implantación de unas normativas especialmente restrictivas y rígidas, a la vez que inductoras, en favor de la creación de un escenario artificial, a modo de “parque temático”, de la tramonera.
 
Esta omnipresencia de tramoneras, aderezadas por infinidad de estilos “ridículos” en su elaboración, es resultado de la génesis forzada de un paisaje urbano teatralizado y falaz, desde la recreación de lo que jamás fue la casa tradicional de la Sierra de Francia, y que ha desembocado en lo que actualmente percibimos tras la inmensa generalidad de las intervenciones realizadas.
 
El entramado, como elemento constructivo, es una solución extraordinariamente eficaz desde el punto de vista estructural y económico (pero sin intención decorativa en su fundamento), que permite cerrar grandes vanos con materiales disponibles en el propio entorno, como cuarterones de madera de castaño, pequeñas piedras de granito y barro. Ahora bien, a las anteriores características hay que añadir su fragilidad y caducidad. De ahí la importancia de proteger los entramados con el fin de impedir la rápida degradación causada, básicamente, por el impacto directo de los vendavales.
 
Nuestros antepasados, con gran sabiduría, utilizaron diversos elementos para la protección de sus fachadas. Principalmente podemos hablar de los entablados o tablazones, los recubrimientos con tejas y en ocasiones con baldosas, y, más habitualmente, los revocos. Estos últimos tienen una notable presencia por ser el procedimiento más económico. Realizados sin gran cualificación y por lo general con arcillas de diversos colores extraídas del propio entorno, ocasionalmente aparecen ornamentados con esgrafiados de variada tipología.
 
Posiblemente, el revestimiento más pintoresco para la protección de las caras mayormente expuestas al fuerte hostigo en la casa tradicional serrana es el entablado, modalidad que consiste en el revestido de la pared estructural mediante tablas de castaño solapadas. Este tipo de paramento se ha venido realizando a través de la colocación de las tablas en posición horizontal, comenzando a clavarlas en la parte inferior de la pared a recubrir y seguidamente, por solapamiento, ascendiendo para finalizar en la confluencia con el tejado. En alguna ocasión puede observarse que la colocación de las tablas se efectúa en posición vertical, a modo de faldón, rematándose la parte inferior con algún tipo de elemento decorativo de carácter geométrico. En estas ocasiones las tablas no se solapan sino que se yuxtaponen, ocultándose los empalmes con un remate a modo de tapajuntas.
 
Los modelos preservadores tradicionales, frágiles y de continúo y obligado mantenimiento, debido a la inestabilidad de las tablas de madera expuestas sin ningún tipo de protección a la envestida de los temporales invernales del Suroeste, dieron paso a lo largo del último siglo a otros materiales foráneos, como la uralita y las chapas metálicas, que han contribuido decisivamente al cambio fisionómico de las fachadas de las viviendas.
 
El empleo generalizado de la chapa como elemento protector de los hastíales se remonta a comienzos del siglo XX. Aunque la incorporación de la chapa de hierro para cubrir pequeñas superficies, como cabezas de vigas o canes, se remonta mucho tiempo atrás. Sin lugar a dudas, la primera gran revolución de la chapa como elemento de construcción se debe a la invención de la uralita, la cual celebra en la actualidad su centenario. El serrano la incorporó inmediatamente en la defensa de sus fachadas, inicialmente mediante pliegos de uralita planos y cuadrados. Este extremo puede observarse en una fotografía de Cándido Ansede realizada en los años veinte en la villa de Miranda del Castañar.
 
La introducción de las chapas respondía a una función meramente pragmática, amparada en su gran eficacia, bajo coste, fácil instalación y ningún mantenimiento. Indudablemente, en el origen de su incorporación existe la necesidad de dar respuesta al embellecimiento de la fachada con cierto criterio estético, intención olvidada con posterioridad al masificarse y vulgarizarse su colocación. Como atributo positivo de la chapa, en favor de las cubriciones, debemos constatar la gran utilidad que ésta ha desempeñado al ser un elemento de protección mudable, absolutamente neutro, en las últimas décadas.
 
El uso de la chapa a manera de elemento protector de las fachadas es reversible, respeta el estado original de los elementos recubiertos y detiene el deterioro de los mismos.  Es en la actualidad, tras la generalizada retirada de los masivos recubrimientos de chapas, cuando se ha retomado el revoco a modo de revestimiento mural más adecuado para proteger los entramados.
 
El revestimiento mural a base de revocos o revoques es un tratamiento constructivo que se aplica con la intención de ocultar los muros de fábrica, bien con intención de protegerlos de agentes externos o para adecentarlos cuando han sido realizados con materiales pobres. Ambas opciones están presentes en el acabado de nuestra tradicional casa serrana. No debemos olvidar que esta construcción es extremadamente vulnerable ante la beligerante climatología, dado los materiales de construcción usados en la misma: madera, pequeñas piedras de granito y barro. Por otro lado, y a la vez, se da la necesidad de ocultar esos mismos precarios materiales, fundamentalmente en la fachada principal, que explican una vez más la exigencia de su revoco obligado.
 
 
Imagen: 08-Monasterio de Gracia

Tres detalles de restos de cenefas esgrafiadas de la decoración interior del Monasterio de Nuestra Señora de Gracia, San Martín del Castañar, fundado en 1430. En el Centro una cenefa sobre el dintel de la ventana de una estancia, con encuadramiento por tres de sus lados. Los otros dos corresponden a la decoración superior de la iglesia.



España y la comarca de la Sierra de Francia, por extensión, tienen una larga tradición en la aplicación de revocos como acabado exterior de las construcciones. Villanueva, al hablar de los revocos, nos señala lo siguiente: “Cuando las paredes de un edificio no se dejan con alguna tez exterior que se forme al tiempo de construirlos, que es lo más firme y noble ya sea de cantería, ya mampostería, ya albañilería de ladrillo tosco o granulado, se cubren las paredes de una corteza de mezcla de cal y arena o de yeso solo, cuya maniobra se llama comúnmente guarnición. Aunque ésta, por consistir en varias técnicas delgadas, unas sobre otras, pegadas a las superficies de las paredes, no contribuye a su solidez, pero ayudan infinito a su conservación, preservando los materiales del temporal, que las disipa, come y destruye con el tiempo. Sirven asimismo estos guarnecidos para establecer las superficies y planos de las paredes perfectamente perpendiculares y anivelados, ocultando todos los defectos de la construcción”[1].

 
 
 

Imagen: 05-Batuecas

Fachada de la puerta principal del cercado perimetral del Monasterio de San José de Batuecas, decorado en los tres niveles con diversos motivos en esgrafiado.

 


Su elección como textura externa es más frecuente que los revestimientos pétreos o de ladrillos, debido a su fácil aplicación y a los bajos costes de la ejecución, a lo que acompaña una razonable durabilidad y la versatilidad de los acabados. Estos acabados varían desde los lisos o enlucidos, los rugosos o rascados, así como los rústicos o granulosos con tirolesa, los jarrados con paleta, a finalmente, los esgrafiados o aplantillados, más elaborados. Precisamente, sobre estos últimos focalizamos nuestra mirada, dado que los esgrafiados fueron asimilados con gran naturalidad por los serranos en su tradición, ya que poseen una fuerte componenda “barroquizante”, muy presente en la mayor parte de los elementos decorativos que pertenecen a la cultura de la Sierra de Francia, tales como bordados, encajes, trajes, etc.

 

Los objetivos que nos deben mover al restablecimiento de esta particular técnica en la finalización de la fachada responden a múltiples intereses. En primer lugar, se trata de poner en valor una diversidad constructiva de la fisonomía de las fachadas, de todas las localidades de la comarca, que en el último medio siglo fue marginada. Así mismo, no es menor la necesidad de recuperación de un oficio olvidado, “perdido”, como es el de especialista en la realización de esgrafiados que, con toda seguridad, nos enriquecería de culturalmente, recuperando así nuestro patrimonio material. Sensibilizar a los vecinos de la comarca estableciendo una evidente convivencia entre estos y los constructores, albañiles, artesanos, artistas, gestores del patrimonio, medios de comunicación y visitantes, es primordial para reincorporar definitivamente este modelo ornamental postergado.

 

Esta estrenada tendencia, orientada a la recuperación del particular modelo decorativo presente desde varios siglos atrás en nuestra construcción popular, marcó su punto de inflexión en 2009 con la realización del primer esgrafiado contemporáneo en la vivienda de José Antonio López Díaz y Juana Puerto Luis, situado en la Plaza la Fuente la Pila de Mogarraz. Este nuevo esgrafiado reproduce, curiosamente, la misma geometría que lucía aquel viejo esgrafiado ubicado en la fachada sur de la casa de estos mismos dueños, en la Plaza Mayor, antes de su demolición para construir la actual. La magistral hechura del esgrafiado integra la geometría precisa de los esgrafiados tradicionales con la asociación de iconografías populares serranas desde una renovada mirada artística excepcional, consiguiendo un conjunto decorativo con un magnífico aporte patrimonial para la localidad. La factura del elemento geométrico corrió a cargo del reconocido maestro de obras de la localidad de Sequeros, Agustín García Iglesias “Tini”, y la de la representación figurativa, de la mano de la hábil maestría del gran artista de Villanueva del Conde, Marcos Rodríguez Maíllo.
 
 
 
 
Imagen: 12-Mogarraz
Realización de la decoración con esgrafiados en la fachada de la vivienda de José Antonio López Díaz y Juana Puerto Luis, en la Plaza la Fuente la Pila de Mogarraz, el 24 de diciembre de 2009.




No debemos olvidar que el revoco con esgrafiado es una técnica de revestimiento de fachadas especialmente atractiva y resolutiva, en la que confluyen, como ya he señalado, dos aspectos muy importantes: protección y decoración. La protección, impermeabilización, y aislamiento de las frágiles fábricas externas de nuestra arquitectura serrana es esencial dada la virulenta climatología, especialmente durante las estaciones de otoño e invierno, en las que la intensa pluviometría se combina con los fuertes vientos, que azotan los hastiales orientados al Suroeste. Esta técnica nos ofrece la posibilidad de ornamentar exteriormente los edificios con decoraciones que mucho tienen que ver con la estética, invasiva, presente en las labores de los bordados y del propio traje festivo tradicional tendente al horror vacui. Miedo al vacío, resuelto con intervenciones gráficas que rellenan todos los espacios disponibles a modo de trampantojos, que a su vez sirven para ocultar los materiales usados en la construcción, por lo general pobres, como los entramados, las mamposterías y los muros de adobes.

 

El término esgrafiado proviene del italiano sgraffiare, el cual consta de dos voces que se refieren a otras tantas acciones: la de extraer (ex) y dibujar (graphein). La definición de esgrafiado podríamos concretarla como la: “Técnica decorativa utilizada para el exterior de los edificios. El esgrafiado consiste en la superposición de capas de revoque con distinto color, generalmente blanco, ocre, rojizo o amarillento. En determinadas zonas, según dibujo previo, se quita alguna de dichas capas, con lo que queda al descubierto la inferior y se consigue una decoración polícroma, resistente y barata. En España se practicó desde la época medieval (Segovia[1]) y tuvo difusión progresiva hasta el siglo XVIII…”.[2]

 

La técnica del esgrafiado como ornamentación mural es, probablemente, tan antigua como la propia existencia de la arquitectura. Encontramos referencia documental de su utilización en la Historia Natural de Plinio el Viejo[3] y en los Diez Libros de Arquitectura de Vitrubio.[4] La gran presencia del esgrafiado en la Península Ibérica está asociada, por un lado, a la expansión de la cultura romana por todo el Mediterráneo, y por otro, al gran desarrollo que alcanzó con el arte islámico en Al-Ándalus, asimilado y popularizado por la cultura cristiana y mudéjar.

 

En el caso que nos ocupa, el concepto de esgrafiado tiene presencia como elemento de carácter decorativo, no solamente en las superficies murales externas de determinadas viviendas tradicionales de todas las localidades de la Sierra de Francia, sino que también se puede observar, a día de hoy, en construcciones centenarias de nuestra comarca como son las iglesias, ermitas y monasterios. Esta técnica que fue usada masivamente en la decoración de sus fachadas, tal y como lo demuestran los documentos gráficos existentes, ha ido desapareciendo progresivamente, ocupando su lugar los corrientes enfoscados preparados a base de cemento.

 

Deseo plantear aquí la necesidad de recuperar este refinado tratamiento ornamental para nuestras fachadas, el esgrafiado, preservando y protegiendo aquellos que están al borde de su extinción, para enriquecer de este modo nuestro patrimonio cultural heredado. A día de hoy poseemos una variada muestra de esgrafiados en toda la comarca, que nos han llegado hasta la actualidad con desiguales estados de conservación. Son esgrafiados concebidos con diferentes intenciones decorativas, efectuados por distintos artesanos y representados con diversos colores y materiales. Todo ello configura una rica y múltiple genealogía que se encuentra muy lejos de la lúgubre imagen que nos transmiten la mayoría de las construcciones más recientes, levantadas a base de rígidas tramoneras. 

 

Me referiré, ahora, a dos esgrafiados de Mogarraz que afortunada y milagrosamente se han salvaguardado en sus fachadas hasta la actualidad. Ambos pertenecen a sendas viviendas de la calle Fuente de Arriba, encontrándose en estados de conservación muy diferentes. Frente a la columna de La Mora se haya una casa deshabitada de Felipa Cascón Hernández y César Sánchez Sánchez, que mantiene su fábrica original inalterada. Aunque muy deteriorada, alberga un esgrafiado muy interesante, conservado parcialmente. Se trata de un revoco a base de arcilla sobre el que se ha practicado un esgrafiado con dos tonos, que ocupa todo el paño de la primera planta.


 

Imagen: 14-Mogarraz


Vivienda tradicional serrana sin modificaciones constructivas, en precario estado de conservación, con restos en su fachada Este de la decoración original con esgrafiados, efectuados sobre una base de barro. Calle de la Fuente de Arriba de Mogarraz. 




El segundo de estos esgrafiados que quisiera mencionar se encuentra parcialmente oculto, bajo varias capas de encalado, en la fachada de la vivienda con pórtico cuatro puertas calle arriba de la anterior. Este también está realizado sobre un revoque de arcilla y resuelto con dos colores. Su estado de conservación es mejor dado que la vivienda ha estado habitada hasta la actualidad, lo que ha propiciado su preservación.

 

Al observar la fachada de esta vivienda me vienen a la memoria imágenes de mi infancia en las que Teresa Cascón Criado regaba las plantas del balcón o conversaba con alguna vecina. También recuerdo cuando, bajo el soportal, Juan José Inestal Criado estaba atareado con sus faenas cotidianas mientras se escuchaba el susurro del caño del agua que vivazmente bajaba por la calle. Y no puedo por menos imaginar cómo Teresa y Juan José, en su infancia o sus antepasados, gozaron de estas viviendas exuberantemente decoradas. Por cierto, no muy diferente a la que hoy, con su magnífico esgrafiado perfectamente conservado, disfruta, junto a todos nosotros, Lucas Maíllo Hernández en su vivienda de la calle Solano en Monforte de la Sierra.
 
 


Imagen: 13-Mogarraz

Esgrafiado oculto tras el encalado en la fachada de la vivienda que habitaron Juan José Inestal Criado y Teresa Cascón Criado, en la calle de la Fuente de Arriba de Mogarraz.



En la Sierra de Francia se conservan solamente unos cuantos esgrafiados del inmenso catálogo que debió existir, y ello, a pesar de que en las últimas décadas no ha habido voluntad institucional ni posibilidades para su conservación, salvo en muy contadas ocasiones surgidas de los propios dueños de las viviendas. Aprovechemos este momento para incorporar, razonablemente, el esgrafiado como elemento dinamizador de la fisonomía de las fachadas en su conjunto, usando modelos que poseemos en la comarca y aquellos otros que con documentación gráfica podamos recuperar, para asegurar una [RE-implantación] equilibrada de los mismos.
 
 
 

Imagen: 03-Herguijuela

Tres fachadas con motivos esgrafiados diversos con irregular estado de conservación, en Herguijuela de la Sierra.

 


Imagen: 04-Madroñal

Vivienda tradicional de la Sierra de Francia sin modificaciones constructivas en Madroñal, con restos de la decoración de su fachada Sur con esgrafiados, efectuados sobre una base de barro.

 
 


 Imagen: 06-Monforte de la Sierra

Atractivo esgrafiado consistente en la reproducción de ladrillos como motivo de relleno de toda la fachada de la planta baja en Monforte de la Sierra.

 
 


Imagen: 07-San Esteban

Detalles de la ubicación de la pequeña superficie residual, pero bien conservada, de uno de los esgrafiados más antiguos de que disponemos en la comarca, San Esteban de la Sierra (destruido en 2013).

 
 

 

 Imagen: 09-Villanueva Del Conde

Fachadas decoradas con unos motivos de relleno geométricos esgrafiados sobre sendas fachadas, en Villanueva del Conde.



 
 
Imagen: 10-Villanueva Del Conde

Fotografía realizada por Bienvenido Vega el 20 de agosto de 1968, en la procesión de San Sebastián a su paso por la calle de las Eras, en Villanueva del Conde. Como fondo de la imagen puede observarse la fachada de una vivienda con decoración esgrafiada mixta, en la planta superior con geometrías isométricas encintadas y en la inferior imitando un muro de sillería. Se trata de un esgrafiado desaparecido, que gracias a la fotografía podemos documentar.

 
 
 
Imagen: 11-Villanueva Del Conde

Fotografía del fotógrafo Bienvenido Vega de los invitados a la boda de Matías Hidalgo Martín y Salvadora Hidalgo Pérez, realizado el 23 de diciembre de 1964 en la calle de las Eras, en Villanueva del Conde.



 
Imagen: 02-Casas del Conde
Tres fachadas con motivos esgrafiados muy diferentes, trazados directamente, en la localidad de Casas del Conde.
 






[1] Dacosta Martínez, A., (2010): Una mirada a la tradición. La arquitectura popular en Aliste, Tábara y Alba. Alcalá de Henares, Madrid, Colección El Jardín de la Voz: Biblioteca de Literatura Oral y Cultura Popular, Centro de Estudios Cervantinos, pg. 6.
[2] Villanueva, J. de, Arte de la Albañilería, Editora Nacional, Madrid, 1984, p. 118.
[3] Ruiz Alonso, R. (2004). El esgrafiado en Segovia. Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid.
[4] Gran Enciclopedia Larousse, Tomo IV, Ed. Planeta, Barcelona, 1980, p. 378.
[5] Toajas Roger, M. Ángeles (coordinadora). Glosario visual de técnicas artísticas. De la antigüedad a la Edad Moderna. Universidad Complutense, Madrid, 2011. p. 171.
[6] Vitrubio, M. Los diez libros de arquitectura, Ed. Ibérica, Barcelona, 1986, p.164 y ss.