LOS REVESTIMIENTOS FLOTANTES EXTERNOS EN LA CASA TRADICIONAL DE LA SIERRA DE FRANCIA.
“Todo
pueblo que ha producido su propia arquitectura, la ha hecho evolucionar hacia
sus formas favoritas, asunto tan peculiar como el lenguaje, la vestimenta o el
folklore de dicho pueblo. Hasta el colapso de las fronteras culturales en el
siglo pasado, hubo en todo el mundo formas locales distintivas y detalles en la
arquitectura. Los edificios de cualquier localidad eran el hermoso hijo del
feliz matrimonio entre la imaginación de las personas y las demandas de su
entorno natural...”[1].
La
casa tradicional de la Sierra de Francia, como si de un ser vivo se tratara, es
fruto de varios siglos de evolución en la que las formas de vida de sus
habitantes y una continuada adaptación al medio la han convertido en un
paradigma constructivo, digno de respeto y preservación para las futuras
generaciones.
Son
los años sesenta y setenta del pasado siglo el momento más crítico del devenir
de estos municipios, cuando como consecuencia de la emigración y la
consiguiente pérdida poblacional, se puso en peligro la conservación y
mantenimiento del patrimonio construido. Al deshabitarse un gran número de
inmuebles el serrano suplió, con un gran pragmatismo, las carencias de su
mantenimiento, incorporando acertadamente un material muy económico y eficaz:
las chapas de latones, para proteger aquellos hastiales más vulnerables a la
hostilidad de los temporales, frente a otros materiales que con el paso del tiempo
se ha comprobado su inadecuada elección.
Vista en planta de la distribución de las edificaciones que configuran la villa de Mogarraz.
Imagen de Google Earth.
En
estos centros históricos de la Sierra de Francia las edificaciones se han
configurado y urbanizado arropándose unas a otras, para proteger su frágil
arquitectura contra la climatología hostil y así asegurar su pervivencia. Se trata
de un tipo de edificación vertical, por lo general de cuatro niveles, con
vuelos muy significativos y escalonados hacia el exterior en las diferentes
plantas, rematando el tejado con grandes aleros, que convierten a las angostas
y laberínticas calles en una especie de pasillo semicubierto.
Solar de una vivienda desaparecida dedicada en la actualidad a parque infantil, ubicada en La Plazuela,
Mogarraz. Característica disposición longitudinal de la planta, dejando al descubierto las medianías
de las viviendas colindantes. La vivienda de la derecha está orientada al Suroeste, por donde embisten los temporales invernales, de ahí la necesidad de su protección, realizada con grandes chapas de zinc.
La
planta prototípica de la casa tradicional serrana es rectangular, con una
relación de proporción entre el fondo y la fachada de tres a uno,
aproximadamente. Cada vivienda en sus caras longitudinales está protegida por
las construcciones contiguas, dejando al descubierto simplemente las caras, de
menor dimensión, de la fachada principal y la trasera. La protección de la
fachada principal viene determinada por su orientación, la anchura de la calle
en la que se encuentre, la dimensión de los vuelos de las diferentes plantas y
especialmente la dimensión del alero del tejado, así como, la elección de los
materiales empleados en el acabado exterior de la misma.
Recorriendo
las calles de estas antiguas poblaciones sembradas con edificaciones autóctonas,
sentimos la sensación de estar ante un tipo de arquitectura que emerge fruto de
un complejo equilibrio, en el que entran en juego de un modo determinante la
resistencia y conservación de los materiales usados. Sin duda la aparente
solidez y gran estabilidad de estas construcciones se debe al modelo empleado,
combinado con la clara y determinante estructura de autoprotección del mismo.
Se
trata de un tipo de edificación que ha integrado tres materiales, piedra, barro
y madera, de uso común en la mayoría de la arquitectura vernácula de todas las
latitudes. Materias primas que como consecuencia de la composición del suelo y
el tipo de arbolado en la Sierra de Francia se concretan en piedra de granito,
arcilla y madera de castaño. Partiendo de estos componentes tan básicos y
universales, lo que particulariza su presencia en la casa tradicional de
nuestra comarca, frente a otros modelos, es la función y ubicación de los
mismos en el alzado de la edificación, para modelar su particular impronta.
Dos
de los tres materiales de construcción usados, la madera y la arcilla, son
especialmente inestables ante la humedad. Es el agua de lluvia, sin lugar a
dudas, el verdadero “talón de Aquiles” de la vivienda típica serrana.
Infiltraciones que de penetrar en la vivienda sin control y de un modo
continuado, debilitan, el auténtico “castillo de naipes” que configura su
singular y desafiante estructura. Esta fragilidad se convierte en amenaza real
para su propia supervivencia si no prestamos atención a la protección de los
puntos débiles que posee frente a los temporales y chubascos, especialmente
persistentes y adversos en la temporada invernal.
La
planta baja de la casa tradicional serrana se alza con piedra de granito, generalmente
con sillares en la fachada y mampuestos en el resto de los muros. Esta
disposición protege la edificación del agua de superficie y fortalece la
construcción, sobre la que se elevan el resto de plantas construidas con una
compleja estructura de vigas de madera, tramada en la disposición vertical
mediante tramoneras, que se encargan de soportar los mampuestos de granito desmenuzado
o adobes usados para cerrar los tabiques. Son estas plantas altas las especialmente
vulnerables y en las que los tradicionales sistemas de paramentos flotantes,
consistentes en entablados de madera, fueron sustituidos por chapas metálicas muy
resistentes y sin necesidad de mantenimiento.
LOS
ENTABLADOS DE MADERA
1. Fachada de una vivienda con protección mixta: en la parte alta, entablado vertical tradicional conservado en su estado original; seguido de una protección con chapa de zinc. Plaza del Barrio Hondo, Mogarraz.
2. Exterior de una vivienda con revestimientos diversos: en la derecha, entablado horizontal montado
clavado sobre tramonera; en la izquierda protección de la fachada con chapa de zinc y latones.
Calle de la Fuente, Monforte de la Sierra.
Tradicionalmente la madera ha
sido muy utilizada en la arquitectura de la Sierra de Francia, debido a la
abundancia de este elemento natural en su propio entorno, y a sus cualidades de
resistencia y durabilidad. Se conservan numerosos ejemplos de inmuebles tradicionales
en nuestra comarca, preservadas en perfecto estado hasta la actualidad, en los
que los revestimientos se han constituido a partir de tablas de madera de
castaño montada, solapada o machihembrada.
Los
entablados fueron el sistema de revestimiento flotante más generalizado en la
antigüedad para la protección de hastiales en la casa tradicional serrana. Esta
modalidad consiste en el revestido de la pared estructural de la misma mediante
tablas de castaño solapadas como si de un escamado se tratara. Por lo general,
este tipo de revestimiento se ha venido realizando mediante la colocación de
las tablas en posición horizontal, comenzando a clavar las mismas en la parte
inferior de la pared a revestir y seguidamente, por solapamiento, ascendiendo
para finalizar en la confluencia con el tejado.
En la cubrición de las partes altas de los corredores superiores,
puede observarse que la instalación de las tablas se realiza en posición
vertical, a modo de faldón. El corredor o balconada superior está protegido por
el amplio vuelo de la cubierta, empleando para la sujeción de la misma
elementos verticales de apoyo, que soportan una viga corrida desde la que en
ocasiones se descuelga el faldón. El
entablado del faldón suele estar constituido por piezas enterizas en toda su
altura, presentando una disposición relativamente regular, y concluye en su parte inferior con distintos tipos de
elementos decorativos de carácter geométrico. En estas ocasiones las tablas no
se solapan sino que se yuxtaponen, ocultándose el espacio entre las mismas con
un remate a modo de tapajuntas.
Lo
más frecuente es que a los entablados no se les apliquen tratamientos
protectores, aunque no es raro encontrar en inmuebles que presentan una cierta
nobleza, carpinterías con imprimaciones de pintura a la cal o al aceite o
restos del mismo. En este sentido, se han observado restos de policromía en los
faldones superiores de algunos corredores de las fachadas principales, dada su
complementaria función decorativa, siendo los más comunes los ocres, almagres y
azulones. Los almagres son tierras rojas, generalmente arcilla roja de origen natural con óxido de
hierro o manganeso en su composición.
Fotografías con tres fachadas rehabilitadas últimamente,
1. Modelo tradicional de protección de la parte alta del corredor superior orientado al norte, realizado
con entablado vertical solapado. Imagen donde se perciben restos de pintura rojiza protectora,
fotografía realizada en 2008. Estado tras la rehabilitación en 2011. Plaza la Fuente la Pila, Mogarraz.
2. Diversas necesidades de protección de la fachada dependiendo de su orientación y exposición al hostigo. Sistemas mixtos de revestimientos: enfoscados, entablados, chapas de zinc y latones.
Pasaje al Rincón, Mogarraz.
3. Modelo tradicional de protección de la parte alta del corredor superior, realizado con entablado
vertical con tapajuntas. Estado original anterior a su intervención, fotografía realizada en 2005.
Abajo: imagen actual tras la rehabilitación en 2010. Calle Cabo la Aldea, Mogarraz.
Debemos
señalar que últimamente está proliferando la recuperación de los revestimientos
con entablados en construcciones rehabilitadas y nuevas. Aunque digna de alabanza, se está incurriendo en el
error de no prestar la debida importancia al correcto tratamiento del color. Actualmente,
para proteger estas tablas se las embadurna con un producto comercial,
estándar, que las ennegrece, alterando de este modo el color tradicional, más
claro y natural. Sería deseable que en el futuro estas tablas fuesen tratadas,
para su conservación, con productos coloreados de tonos más próximos a los que
poseen las tablas envejecidas por la acción de la naturaleza.
Un
tratamiento para la conservación e integración de estos revestimientos de
madera es el tintado diluido en aceites y disolventes, que permite aportar
color matizado a la madera, apareciendo un tipo de textura que se asemeja a los
tratamientos de pintura antigua. Estas entonaciones e integraciones cromáticas
en base a tonos azulados, ocres y rojizos nos proporcionan alejarnos de los
tratamientos estandarizados en torno al marrón, que
ha caracterizado las citadas rehabilitaciones de las últimas décadas.
Este
modo de revestimiento a base de entablados ha requerido un continuo
mantenimiento a lo largo del año, debido a la fragilidad de las tablas de
madera expuestas sin ningún tipo de protección a la envestida de los temporales
invernales del Suroeste. En la arquitectura
actual, recuperando esta tradición de la madera como paramento protector
de fachadas, comienza a usarse un nuevo producto compuesto de madera y resinas
plásticas que presentan un aspecto cálido y una textura semejante al de
una madera natural, pero que no precisa de tratamientos ni mantenimiento alguno
para su conservación. Se trata de madera tecnológica para exterior, que ya está
en el mercado de la construcción y que introduzco aquí para su debate y
reflexión.
ENTEJADOS
DE MUROS CON TEJA CURVA ÁRABE
Fachadas en las que se usan como revestimientos tejas árabes: 1, San Esteban de la Sierra;
2, vivienda en estado primitivo que conserva en buen estado el entejado del hastial,
calle Los Llanitos, Cepeda; 3, vivienda rehabilitada con revestimientos de tejas y entablados horizontales,
calle del Endrinal, Cepeda.
Otro
sistema protector tradicional de hastiales, muy usado en todas las localidades
de la comarca de la Sierra de Francia, especialmente presente en San Esteban de
la Sierra, es el revestimiento a base de tejas curvas árabes cerámicas. La teja
curva árabe es un material esencial en la configuración de la casa tradicional
serrana, una de las principales señas de identidad de su cubierta.
Se
trata de una solución constructiva muy eficaz para la impermeabilización de
muros rígidos, dado que es un revestido en el cual las tejas son fijadas a la
pared con argamasa. La teja curva facilita la evacuación del agua de lluvia
dada su textura cerámica fina, y al no retenerse ésta, la estabilidad de la
instalación es muy perdurable.
Pero
este caparazón plantea problemas de agrietamientos cuando es aplicado a muros
construidos con tramoneras, como consecuencia de la incompatibilidad existente
entre el soporte elástico de la estructura de la madera y la rigidez de este
elemento asentado con mortero. Tradicionalmente este inconveniente se ha
solucionado clavando con una punta cada una de las tejas al muro, para ello se
les aplica un agujero a través del cual se fija, requiriendo una continuada
labor de sellado de las grietas que se van produciendo con el paso del tiempo.
En este sentido, puede observarse claramente en muros con entejados antiguos la
continuada labor de resellados con argamasas, aplicadas a lo largo de su
existencia.
A
las cualidades protectoras de los entejados debemos añadir las relativas a las
meramente estéticas, que deben tenerse muy presentes en centros con un especial
interés histórico artístico, como es el caso de nuestra comarca. El uso de un
material ya presente en el tejado facilita su integración en otras partes de la
edificación.
Su
vistosidad viene determinada por el propio material, al incorporar la textura y
el color del barro rojo de las tejas, así como la diversidad de la colocación
de estas. Por lo general, las tejas están ensambladas en las fachadas en su
posición natural de canal, pero no es extraño encontrarla colocada en posición vuelta,
sobre todo en los remates de los extremos y en estrechamientos donde no cabe una
teja completa en la posición cóncava.
LOS
PLIEGOS DE URALITA
El
uso generalizado de la chapa como elemento protector de los hastiales,
expuestos a las crueles envestidas de los temporales del otoño e invierno, se remonta
a comienzos del siglo XX. Aunque la incorporación de la chapa de hierro para
cubrir pequeñas superficies, como cabezas de vigas o canes, se remonta algún
tiempo atrás. Sin lugar a dudas, la primera gran revolución en el uso de la
chapa como elemento de construcción se debe a la invención de la uralita, la
cual celebra en la actualidad su centenario. El serrano incorporó
inmediatamente, en la defensa de sus fachadas, los pliegos de uralita planos y
cuadrados, debido a la razonable relación entre el precio, su fácil instalación
y sus óptimas cualidades como impermeabilizador. Este extremo podemos
observarlo en una fotografía de Cándido Ansede, realizada en la primera década
del siglo veinte a una casa de la entrada a la villa de Miranda del Castañar. Otra
vivienda ubicada en la parte central de la Calle Larga de la misma localidad, ha
mantenido la misma estructura protectora en su fachada principal hasta la
década pasada.
1. Entrada en la Plaza de Toros de Miranda del Castañar. Fotografía de Cándido Ansede. Década de 1910.
En la vivienda de la derecha se aprecia la cubrición de la fachada con uralita plana
colocada en posición romboidal.
2. Fachada de una vivienda cubierta con uralita plana colocada en posición romboidal,
retirada alrededor de 2005. Calle Derecha, Miranda del Castañar. Fotografía tomada en 1998.
3. Iden.
Esta
primera presencia de las chapas respondía a una doble función, por un lado, a
la meramente pragmática de proteger de la humedad al inmueble, y por otro, al
modo de articular esa incorporación, donde se observa un posicionamiento
estético en la decoración de la fachada. Esta segunda intención, cumplir con un
empleo decorativo, se abandonó con posterioridad vulgarizándose su uso, con la introducción
masiva de los pliegos de uralita ondulada en la cubrición de grandes paños de muros
externos.
El
empleo de las uralitas en la conservación de las fachadas ha contribuido,
indiscutiblemente, a la preservación del estado original de los muros. Ahora
bien, cuanto antes, debemos retirar este peligroso material de los entornos
habitados, ya que la uralita posee amianto que es un compuesto altamente
cancerígeno. Su inhalación es inevitable, ya que se encuentra en suspensión allí
donde encontremos uralitas, especialmente las degradadas por el paso del
tiempo. No debemos olvidar que las uralitas instaladas en las viviendas de la
Sierra de Francia se encuentran en aquellos hastiales más castigados por las
inclemencias climáticas. En ellas puede observarse, a simple vista, la
descomposición del fibrocemento de su estructura, del cual se desprende el
venenoso amianto, con las perniciosas consecuencias derivadas para la salud.
APOLOGÍA HACIA LOS LATONES
Diversas fachadas de viviendas de Mogarraz que conservan los revestimientos de chapas de latones
instaladas en los años sesenta: 1, calleja de Cabo la Aldea; 2, plaza del Camarín;
3, calle Juan Antonio Melón; 4, calle del Peso; y 5, calle Nueva.
Diversas fachadas de viviendas de Mogarraz con revestimientos de chapas de latones, que han
desaparecido en los últimos años: 1, calle del Hospital; 2, traseras; 3, calle Castillo;
4, calle Miguel Ángel Maíllo.
En las últimas décadas ha aflorado un tipo de arquitectura a nivel
global, que en su apariencia externa, ha adquirido ciertas resonancias
industriales. La arquitectura de la posmodernidad pone en valor materiales y
formas prestadas, como la del acero corten, que en apariencia chocan con la
función que se espera del edificio. El acero corten posee una gran resistencia
a la corrosión atmosférica pero, sin lugar a dudas, es la apariencia estética
de la edificación junto con el gran protagonismo del panelado de este material,
la característica primordial que hace única a esta arquitectura frente a otros
modelos. Se trata de construcciones donde el acabado se apoya de un modo
determinante en la presencia de las chapas de acero oxidadas. El alto contenido de cobre, cromo y
níquel en la aleación del acero corten hace que adquiera un color
rojizo-anaranjado tan característico y cercano a las chapas comunes de hierro
oxidadas, como “nuestras” chapas de latones.
Esta nueva
arquitectura que incorpora la chapa oxidada en su epidermis ha contribuido, sin
duda, a eliminar prejuicios sobre la presencia de las chapas en las edificaciones.
De modo que, la casualidad de esta moda global, ha de ayudar a tolerar el
empleo de este pobre material y permitir inscribir su presencia en la casa
tradicional serrana. Este respeto encuentra su justificación en la propia
evolución de la experiencia constructiva del serrano, en la búsqueda de
soluciones viables para la conservación de sus viviendas. Consecuentemente,
debemos entender su uso como una manifestación
de la propia identidad constructiva de la Sierra de Francia, que emerge
a raíz de los grandes cambios en los modos de vida que se generan a partir de
los años sesenta.
1. Individuo reciclando bidones, Nairobi, Kenia.
2. Fragmento de fachada cubierta con chapas de bidones. Calle Tentenecio, Mogarraz.
Las chapas de latones, empleadas como cerramiento exterior para la
protección de las fachadas, proceden del reciclado de los bidones usados para
transportar el asfalto líquido, comúnmente denominado alquitrán o brea, con el
que las carreteras de la Sierra de Francia fueron perdiendo su estado primigenio
de tierra y cantos. Estos bidones con una capacidad para 250 kilos de “oro
negro”, realizados en chapa de hierro, dan nombre a lo que comúnmente
denominamos “Barril de petróleo”.
Las chapas procedentes del aplanado de bidones de brea eran
originalmente negras, debido al contenido bituminoso de los bidones. Este fue
uno de los motivos fundamentales de su elección como elemento protector contra
el hostigo: la impermeabilización que ofrecía la capa de brea salvaguardaba la
chapa de hierro de su corrosión, alargando su longevidad. Con el paso del tiempo la chapa de
latón negra se transmutó en el más amplio abanico de rojos y anaranjados, con
unas cualidades de texturas que dialogaban con los materiales más
tradicionales, empleados ancestralmente en la construcción de la Sierra de
Francia.
Diversos materiales usados como revestimientos de fachadas: 1, chapa galvanizada;
2, uralita plana y ondulada; 3, chapa nervada de acero galvanizado lacada y uralita ondulada;
4, lonas y plásticos clavados, chapas de zinc y pliegos de uralita ondulada.
Fotografías tomadas en Cepeda el 25 de abril de 2015.
Definitivamente
el color y la textura si son importantes, y los latones lo hacen
infinitamente mejor que cualquier otro sistema de cubrición industrial, como
las chapas de zinc, galvanizadas, lacadas, uralitas, ondulines pintados,
plásticos, etc., que podemos encontrar por doquier en una buena parte de las
viviendas de toda la Sierra de Francia. El tiempo ha contribuido a integrar
este material en el propio entorno, camuflando la casa hasta conseguir ocultarla
con texturas propias de los elementos férreos usados para las labores del
campo. Frente a los materiales citados anteriormente y mientras sigamos
necesitando elementos de cubrición en paralelo a los entablados, las chapas de
latones poseen una presencia diversa en sus texturas y colores que armoniza su
integración más adecuadamente en nuestra casa tradicional.
MI PARTICULAR HOMENAJE A LAS CHAPAS DE BIDONES DE BREA
Con motivo de la presentación del cuadro “El Bautismo de Jesús”
expresé: “el enmarcado de la obra lo concibo como una escultura, un alto relieve,
tal y como sucede con el Bautismo de
Jesús de Gregorio Fernández. En el marco aflora el propio material del
soporte de la pintura. Se trata de chapas de bidones de brea que en los últimos
50 años protegieron la fachada de la vivienda que habitaron Agustina y sus
padres, Arsenio Maíllo Criado y Ambrosia López Martín, en la calle del Castillo
de Mogarraz. La elección del material responde a la necesidad de poner en
valor, simbólicamente, este modesto paramento que en el periodo migratorio más
virulento de la localidad, ante la dura climatología invernal, cumplió estoica
y magistralmente con su encomienda de conservación de las viviendas. Este
elemento dejó fijada su visibilidad en las fachadas como envoltura de óxidos,
manifestando a las futuras generaciones la memoria de su omnipresencia en
tiempos pasados. En definitiva, se trata de un material pobre que es elevado a
categoría de noble al incorporarlo a la escena, que es puesta en valor al
ocupar un lugar de privilegio en el templo, junto a la Pila Bautismal”.
A
MODO DE CONCLUSIÓN
En
los últimos tiempos se ha activado un debate que aborda los prejuicios en torno
a la utilización de determinados materiales en el sistema constructivo de la
casa tradicional de la Sierra de Francia. Estos elementos son, por lo general,
foráneos e incorporan la huella de lo industrial, dos características difíciles
de integrar en un espacio construido con materias autóctonas a la vez que
elaboradas con procedimientos artesanales.
1. Casa de Agustina, en la que habitaron sus padres, Arsenio Maíllo Criado y Ambrosia López Martín,
en la calle del Castillo de Mogarraz. La vivienda fue protegida con chapas de latones en los años sesenta.
Fotografía realizada en agosto de 2006.
2. Obra de rehabilitación de la vivienda. Septiembre de 2012.
3. Vivienda en su estado actual tras la rehabilitación. Instalación de retratos el 24 de mayo de 2014.
Se
trata de materiales usados a modo de revestimientos flotantes, como las chapas
metálicas, plásticos y uralitas, que habitualmente han sido instalados en los
hastiales con especial exposición a la dura climatología. En favor de su uso,
no debemos olvidar la “reversibilidad” de la instalación de estos nuevos
materiales, que cumplen magistralmente la protección externa, a la vez que la
conservación integral de los edificios a medio y largo plazo. En este sentido,
la instalación temporal de los mismos posibilita su retirada sin apenas dejar
huella. No necesitan de importantes modificaciones estructurales para su
anclaje, que alteren de un modo significativo la originalidad de los elementos
cubiertos con su instalación. Así mismo, han de ser materiales que se integren
visualmente en las edificaciones, de modo que tanto el color como la textura de
los mismos no distorsionen la unidad del paisaje construido.
El
uso de la chapa metálica como paramento protector de los hastiales expuestos a
la dura climatología invernal, ha emergido y se ha implantado como un sistema
de conocimiento local. De modo que no debemos menospreciar la reflexión que
genera sobre los aprendizajes que provienen de la experiencia popular, aplicada
a la propia evolución de la arquitectura de la Sierra de Francia. Ahondando en
lo anteriormente expuesto, somos conscientes de que el modelo constructivo de
la comarca no es unitario, conviven diferentes patrones que se han ido
incorporando e integrando a lo largo de su existencia. Esta evolución selectiva
ha ido creando la diversidad tipológica constructiva que caracteriza y
diferencia a las localidades que aún se conservan sin un deterioro acusado.
Si
somos capaces de releer este tipo de intervenciones “pobres”, como lo es el caso
del uso de los latones de brea que, mal entendidas, pueden transmitir una
sensación de arquitectura empobrecida, sabremos integrar positiva e
identitariamente el conocimiento experiencial de nuestros antepasados al
servicio de la protección de las edificaciones.
De
modo que, frente a la unificación constructiva que claramente puede percibirse
en los últimos tiempos, en el uso y abuso omnipresente de la tramonera como
elemento decorativo, deberíamos posibilitar la presencia de materiales,
correctamente integrados, que ya forman parte de la identidad de la
arquitectura vernácula de la Sierra de Francia.
Publicado en la revista: La Peña de Mogarraz, 2015.
[1] Fathy, Hassan. (1973). Architecture for the poor. An Experiment in
Rural Egypt. Chicago: University of Chicago.